EL DIOS QUE YO CONOZCO

6.02. Jeremías - Paternidad literaria - I

Jeremías es el autor de la mayor parte del libro.

La tarea de redactarlo le fue confiada a Baruc, su fiel secretario, hijo de Nerías (cap. 36: 4, 27-28,32).

Baruc también pudo haber redactado, compilado y preservado el material del libro, y haber contribuido en las narraciones biográficas que contiene. Su puesto como "el escriba" y secretario de Jeremías implica que Baruc era muy culto.

Según Josefo (Antigüedades x. 9.1), Baruc descendía de una familia distinguida de Judá. Parece que su hermano era el principal intendente de Sedequías, quien acompañó al rey a Babilonia (ver com. Jer. 51: 59).

Su noble carácter e influencia se manifiestan por el hecho de que el remanente, el resto, los pocos que quisieron huir a Egipto acusaron a Baruc de haber ejercido presión sobre el profeta en contra de ellos (cap. 43: 3), y también porque algunos escritos espurios aparecieron más tarde bajo su nombre. Uno de ellos, el libro de Baruc, se halla entre los libros apócrifos. Siempre leal a Jeremías, fue con éste a Egipto cuando se obligó al profeta a que acompañara al remanente de Judá a ese país (cap. 43: 5-7).

El capítulo final del libro (cap. 52) consta de un sumario histórico - no una profecía - que se extiende mucho más allá del tiempo del ministerio de Jeremías, escrito quizá posteriormente por otra persona. El que lo escribió fue muy cuidadoso en aclarar que este capítulo no era obra del profeta Jeremías. Antes de añadir este apéndice histórico, escribió: "Hasta aquí son las palabras de Jeremías" (cap. 51: 64).

El libro de Jeremías explica la manera en que fueron redactadas las dos versiones de esta profecía (cap. 36).

Durante más de veinte años Jeremías había procurado persuadir al pueblo de Judá para que se volviera sinceramente a Dios. En el cuarto año de Joacim (604 a. C.), Dios le ordenó que escribiera el contenido principal de sus predicaciones, para que pudiese ser leído públicamente por su secretario (cap. 36: 1-2).

En obediencia a esa orden Jeremías dictó a Baruc las palabras de la primera versión de la profecía, y éste las escribió en un rollo de pergamino (cap. 36: 1-4, 17-18). Entonces se le confió a Baruc la peligrosa tarea de leer estas palabras al pueblo en el templo, en un día de ayuno (cap. 36: 5-8).

Más tarde, cuando Jehudí, uno de los funcionamos de Joacim, leyó el rollo al rey, éste lo tomó con enojo, lo rasgó con un cuchillo de escriba y lo echó al fuego (cap. 36: 20-23). Esto hizo necesario que fuesen escritos de nuevo los mensajes anteriores (cap. 36: 27-28, 32). Jeremías dictó de nuevo las palabras, y Baruc las escribió. Esta segunda versión del texto fue de mayor extensión, porque contenía no sólo los mensajes de la primera, sino también los recibidos posteriormente (cap. 36: 32).

El libro de Jeremías revela vigorosamente la rica personalidad de su autor. Su naturaleza sumamente sensible se refleja en una cantidad de pasajes que han sido llamados sus "confesiones" (cap. 11: 18-23; 12: 1-5; 15: 10-18; 17: 14-18;18: 18-23; 20: 7-18; cf. cap. 1: 4- 10; 6: 11; 8: 2 1 a 9: 1). Estos pasajes nos dan una autobiografía espiritual de este varón de Dios.

Jeremías, por naturaleza tímido y retraído, con frecuencia luchaba contra intensos conflictos íntimos; pero mediante el poder divino desarrolló un valor espiritual que lo convirtió en un héroe poderoso para Dios.

Además de estos pasajes muy íntimos, el libro de Jeremías contiene una serie de narraciones biográficas e históricas. Se puede saber más de la vida y del ministerio de Jeremías que de la vida y del ministerio de los escritores de los demás libros proféticos.

En efecto, el erudito A. B. Davidson afirmó que este libro "no pretende tanto enseñar las verdades religiosas como presentar una personalidad religiosa" (Hastings, Dictionary of the Bible [Diccionario de laBiblia], t. 2, p. 576).