EL DIOS QUE YO CONOZCO

5.09. Isaías - Tema

Isaías vivió en un mundo convulsionado. Tanto para Judá como para Israel fue un tiempo de peligro y crisis.

El pueblo de Dios había caído en muy graves pecados. En tiempo de Azarías (Uzías) de Judá y Jeroboam II de Israel ambas naciones habían llegado a ser fuertes y prósperas. Pero la prosperidad material había producido decadencia espiritual. El pueblo dejó a Dios y sus caminos de justicia. Las condiciones morales y sociales eran muy parecidas en las dos naciones.

Por doquier se cometían injusticias en los tribunales, porque los magistrados aceptaban cohechos, y los gobernantes se dedicaban principalmente a los placeres y a lograr ganancias personales. Predominaban la codicia, la avaricia y el vicio. Mientras los ricos se enriquecían más, los pobres más se empobrecían y muchos caían en tal pobreza que quedaban reducidos a la esclavitud.

Las condiciones sociales y morales de ese tiempo son descritas gráficamente por Isaías y sus contemporáneos, Miqueas, Amós y Oseas.

Muchos abandonaron el culto de Jehová, y siguieron a los dioses paganos. Otros mantenían las formas exteriores de la religión, pero no conocían su poder y significado verdaderos. Isaías advirtió al pueblo que tales condiciones no podrían perdurar por mucho tiempo. Jehová abandonaría a su pueblo que, aunque profesaba seguir la justicia, más bien seguía la impiedad.

El profeta tuvo una visión de la santidad de Dios y de la angustiosa necesidad de la nación de llegar a conocer al Señor y sus caminos de justicia, rectitud y amor. Vio a Dios sentado sobre un trono, excelso y supremo, y sin embargo profundamente interesado en los asuntos de la tierra, llamando a los hombres al arrepentimiento, siempre listo a perdonar pero obligado por su propio carácter justo a castigar a los que persistían en seguir sus caminos de impiedad.

Isaías llamó la atención al hecho de que los caminos de justicia son caminos de vida, paz y prosperidad, pero que los caminos de maldad están llenos de dificultades y dolores. Procuró enseñar al pueblo el verdadero significado de la religión y la verdadera naturaleza de Dios. Exhortaba para que hubiera un mundo mejor y más puro.

La nación fue advertida de que si continuaba en sus caminos de impiedad, pronto sería destruida. Dios emplearía a los asirios como su instrumento para ejecutar justicia sobre una nación hipócrita que daba decretos injustos, rehusaba hacer justicia a los pobres, los privaba de sus derechos, perjudicaba a las viudas, y robaba a los huérfanos. Para los tales, Isaías aclaró que el día dela visitación y desolación vendría segura y prestamente.

Isaías aseveró que el mundo entero era gobernado por un Dios, un Dios que exigía justicia, no sólo de parte de los hebreos, sino también de todas las naciones de la tierra, y que juzgaría a todos los pueblos que persistiesen en sus caminos de impiedad. Los juicios del Señor caerían sobre Asiria yBabilonia, sobre Filistea y Egipto, sobre Moab, Siria y Tiro. Finalmente, toda la tierra sería completamente arruinada como resultado de su iniquidad. Sólo Dios sería ensalzado, y su pueblo le rendiría culto en un mundo nuevo de gozo y paz perfectos.

Isaías fue tanto estadista como profeta. Amaba profundamente a su nación y hablaba con valor y convicción contra cualquier proceder que no estuviera en armonía con el interés nacional. Vio la fatuidad de apoyarse en Egipto para conseguir ayuda, y llamó la atención de los gobernantes de Judá al hecho de que el consejo de sus sabios sería confundido, y que Egipto mismo sería dividido, pues una ciudad lucharía contra otra, y cada hombre pelearía contra su vecino.

Aconsejó contra la necedad de confiar en alianzas terrenales para ser fuertes. Subrayó el hecho de que el consejo de los hombres se desvanecería, y sólo los que depositaran su confianza en Dios prevalecerían al fin. El pueblo de Dios sería fuerte si contaba con la presencia del Señor. Pero fue rechazada la oferta de la misericordia y la protección divinas.

A pesar de la ruina inminente, Isaías se refería de continuo a un remanente que sería fiel al Señor y, por consiguiente, sería salvo. Con la excepción de ese remanente, el profeso pueblo del Señor sería destruido totalmente, como Sodoma y Gomorra. Sin embargo, el remanente pondría su confianza en el Santo de Israel y aprendería a andar en sus caminos.

Isaías se refiere constantemente al Señor como "el Santo de Israel". Siendo santo, exigía que su pueblo también fuese santo, y siendo justo, no podía soportar la iniquidad. Isaías anticipó un nuevo cielo y una nueva tierra, una nueva Jerusalén, que sería "Ciudad de justicia" (Isaías 126). Para Isaías la santidad abarcaba más que una observación escrupulosa de las ceremonias y las ordenanzas de la religión. Estas, en realidad, eran ofensivas ante Jehová a menos que fuesen acompañadas por una reforma del carácter y por una vida santa e intachable.

Respecto a Israel, es evidente que Isaías esperaba que sólo unos pocos israelitas escaparían de la destrucción inminente. Sin embargo, sostuvo la esperanza de que para Judá habría una escapatoria de los peligros inminentes.No obstante, aclaró enfáticamente que el único camino seguro se hallaba en volverse a Dios y a sus caminos de justicia y santidad.

En la última parte de su libro, cap. 40-66, Isaías presenta uno de los cuadros bíblicos más vívidos de Israel y del Dios de Israel. Aquí está la descripción más conmovedora de Cristo como el Salvador sufriente (cap. 53). Aquí se encuentra el cuadro bíblico más claro de la bondad y grandeza infinitas de Dios. Aquí también se esboza la gran misión de la iglesia. Isaías comprendió muy bien que Cristo vendría "por luz de las naciones", y que su mensaje de salvación finalmente iría "hasta lo postrero de la tierra" (cap. 49:6).

Exhortó a Sión para que se despertara y se vistiera de su "ropa hermosa" (cap.52:1), ensanchara el sitio de su cabaña y extendiera las cortinas de sus tiendas en preparación para esa hora gloriosa cuando heredaría a las gentes, y haría que las ciudades asoladas fuesen habitadas (cap. 54:2-3). Le mandó levantarse y resplandecer, porque la gloria del Señor mismo se levantaría sobre su pueblo, y las naciones vendrían a su luz y reyes a su naciente resplandor(cap. 60:1-3).

Con justicia se llama a Isaías el profeta mesiánico. Ningún otro parece haber comprendido tan claramente la santidad y grandeza de Dios, la persona y misión de Cristo, y el propósito glorioso de Dios para su iglesia. Con justicia Isaías es considerado rey de los célebres profetas de Israel, y sus escritos la obra maestra de todos los escritos proféticos.